D.e R.a. Ramirez-Baez, el martes, 12 de marzo de 2013 a la(s) 0:05 •
Cuando leía “Viví para contarla”, el Gabo me envió este
e-mail: “Tendrá usted que defenderse como un lobo estepario si continúa
el inhóspito camino de la polémica. Observe como hieren la sensibilidad
de su compatriota don Pedro Henríquez Ureña: “Donde termina la gramática
comienza el gran arte”.
Parece que usted no ha leído la respuesta de don Quijote
ante los estridentes ladridos de unos perros en altas horas de la noche:
Sancho, estamos cabalgando. No se deje provocar por el ruido
ferroviario de ciertas frases: actúe por el dictamen de la conciencia y
el rigor del talento. Las veces que adopte un debate no caiga en la
mezquindad de escudarse en ataques personales, ni refleje en su opinión
la insidia.
Tenga presente en sus escritos el genial consejo de Walt
Whitman: “Odio la coma fuera de su lugar” pues, existen articulistas que
el lugar de las comas les vale un pepino. Conciba la palabra como una
sustancia viva del alma que no refleje su salario. Tenga la certeza que
sus escritos no sean unas doscientas palabras apretujadas en la nimiedad
del espíritu; entonces, si estaría usted como esos “escritores”,
exentos de buena gramática. Agradezca que lo mencionen y sienta seria
preocupación si lo ignoran. Tampoco refleje en sus escritos las secuelas
del resentimiento, ni el rastro nocivo de la envidia.
En el terreno de la polémica, los enemigos suelen tener
estaturas diferentes; los hay creído “críticos” que subestiman a sus
adversarios como “extraños”. Y por último, al inicio de un debate,
considere primero si en ese terreno existe la posibilidad de cultivar el
respeto; tenga presente que los insultos reflejan su exacta
procedencia; por tanto, no merecen un ápice de respuesta”. G. G. M.
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