He concluido la lectura de los 13 cuentos
escrito por Rosa Silverio y reunido en su pequeño libro: " A los
delincuentes hay que matarlos", título que también encabeza a uno de sus
cuentos. Confieso que me sentí comprometido, pues la tuve en aula como alumna
de economía, en los tiempos de estudiantes de comunicación social. Su forma de
ser, sus rasgo de personalidad, me dejaron la impresión de una muchacha con
mucha determinación y criterio muy claro de lo que le interesaba en la vida.
Lo que nunca imagine es que fuera tan
resuelta como para tratar en su quehacer literarios, temas tan espinosos y tan
poco digerible y que constituyen tabúes en la Rep. Dominicana. Si mal no
recuerdo, creo que mencionó estos temas en conversaciones informales que
sostuvimos. Pero, ahora que lo he leído, se me ocurren algunas inquietudes que
haré pública. Toda realidad social o derivada de esta, es objeto de atención y
motivo para producir una obra literaria, sin embargo, creo que toda obra que
incorpora fielmente los recursos que le aporta la cotidianidad, se convierte en
una literatura de élite, dado que su conformación, independientemente de la
calidad del uso que se le dé a tales aportes, a través de los recursos
lingüísticos, se convierte en un producto de alta preferencia de grupos
reducidos que gustan de la caracterización en la misma, de hechos que adquieren
protagonismo pero no necesariamente le dan la trascendencia que la convierten
en obras universales.
Creo que hace buen uso de la intensidad,
característica que muy bien explicó Bosch en su "arte de escribir
cuentos". Mantiene interesado al lector por la forma en que
estructura la trama, no obstante, confieso que como lector no soy bueno
para recibir con naturalidad los tópicos en cuestión. Tema como el incesto o el
asesinato de un padre o una madre no son tan fáciles de asimilar, por lo que muchas
veces quienes se ocupan de ellos en la literatura, buscan el modo de
introducirlo de una manera que produzca el menor desgarramiento en la
sensibilidad lector, dado que sería una buena manera de distanciarlo de
nuestras obras. Esto no es una objeción al tratamiento, más bien puede ser un
indicador de la resistencia que muchos hacemos para no entrar en contacto con
cierta literatura que nos plantea una perspectiva suprarrealista de lo
cotidiano, por considerarlo una agresión al pudor y una contribución a reducir
los esfuerzos por lograr una forma de entendimiento aceptado por un amplio
colectivo, más universal.
El criterio de élite se debe entender en
el sentido de que son obra que gozan de la aceptación de ciertos sectores que
se identifican con el tratamiento de determinados contenidos o situaciones
planteadas, pero no llegan a alcanzar el reconocimiento del gran público ni
logran concitar en el tiempo una aceptación que le permita permanecer en la
preferencia de los lectores o en la referencia de quienes se encargan de
difundirlas a través de su valoración en las publicaciones de tipo educativa o
analítica. Creo que la máxima aspiración de todo escritor, es alcanzar la mayor
difusión y que su obra le sobreviva por largos años, una vez haya desaparecido de
este mundo. Entiendo que debe ser el propósito que nos mueva a evitar ser
presa de un estilo, una forma o una ideología.
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