Dr. Ramón Santana
Cabrera
El ensayo
basado en el libro de Karl R. Popper "La lógica de la investigación
científica", se realizó con el propósito de usarlo como parte inicial del
marco teórico de la investigación de nuestra tesis doctoral. Al publicarlo por
este medio, nos anima el deseo de darlo a conocer, como parte del análisis que
hiciéramos de cada autor considerado y destacar sus aportes particulares a la
filosofía científica, iniciando por supuesto con K. R. P. Dado que fue el
primero en el orden y, hasta cierto ponto, el más connotado de los pensadores
considerado. Preferimos divulgarlo de este modo, porque albergamos el deseo de
hacer un estudio más profundo en el futuro de la etimología científica,
tomando a los autores más representativos del método científico y para ello,
partiremos del enfoque y el alcance logrado en la tesis realizada. Pretendemos
que nos sirva de plataforma para el logro de propósitos mayores, que puedan ser
conocidos y aprovechados por un público más amplio y cuya utilidad se exprese
en el uso y aplicación en investigaciones científicas futuras.
1.
KARL R. POPPER Y LA TEORÍA FALSACIONISTA
1.1. INTRODUCCION
Kart R. Popper constituye el más alto
exponente en materia de estudio de la epistemología científica, su importancia
intelectual adquiere una dimensión inigualada por el impulso que le dio al
razonamiento lógico y al método deductivo. Fue un apasionado combatiente en contra
del método indutivista, al que le restaba rigor científico, esto lo llevó a
dedicarle largas horas de investigación para producir innumerables páginas con
las que procuró demostrar su inconsistencia como propuesta teórica.
Muchos
investigadores se han apoyado en su teoría para realizar sus investigaciones y
los círculos académicos conservan el respeto por su trabajo intelectual. Una
tesis con la orientación que sigue la presente, no tendría valor alguno si
pasara por alto al falsacionismo formulado por Kart R. Popper. El falsacionismo
como teoría tiene el valor de proponer una manera de comprobar la verdad
científica, con ella se puede estar o no de acuerdo, pero tiene el merito de
que la base de sustentación, los argumentos que el autor ha presentado, no es
cosa que se pueda despachar con un simple no estoy de acuerdo o con una simple
declaración de desacuerdo. Es una teoría que exige la separación en sus diferentes partes y el análisis en
profundidad de su contenido.
Basta
observar la referencia que hacen otros autores en sus formulaciones teóricas,
para entender las dimensiones alcanzadas por el falsacionismo. Lakatos se
fundamentó en el falsacionismo para desarrollar sus programas de investigación
científica, Feyerabend adversó a Lakatos considerando las modificaciones
formuladas al falsacionismo y Thomas S. Kuhn tubo notables discusiones con
Popper respecto a la lógica de la investigación científica. Todos estos
elementos son los que justifican que este enfoque epistemológico reciba un tratamiento
de primer orden y que se procure conocer en toda su extensión.
1.2.
EL PROBLEMA DE LA INDUCCION
Popper vivió en una época de grande pensadores
pero a poco se les puede comparar con él en su producción intelectual y en la trascendencia
de su obra. En su larga trayectoria como intelectual y académico, produjo una
cantidad significativa de obras filosóficas, sociológicas y de carácter
político; pero más que todo, de carácter gnoseológica y epistemológica. Su obra
fundamental lo constituye “la lógica de la investigación científica”, en la que
expuso su tesis sobre la falsabilidad, la cual es objeto de análisis en, su
parte fundamental, en este texto.
Desde muy joven, se ganó el respeto de
la comunidad académica con sus reflexiones de carácter filosóficas, y también
con su notable participación en eventos académicos, o por las posturas
adoptadas en momentos determinados. El peso de su autoridad quedó establecido
en 1934, con la publicación de su obra más importante y de la cual ya se ha
hecho mención. El rigor expositivo y el estilo polémico, acompañado de un
carácter firme, se manifiesta con mucha claridad en sus escritos
El hombre de ciencia, ya sea teórico o
experimental, propone enunciados —o sistemas de enunciados— y los contrasta
paso a paso. En particular, en el campo de las ciencias empíricas construye
hipótesis —o sistemas de teorías— y las contrasta con la experiencia por medio
de observaciones y experimentos. Según mi opinión, la tarea de la lógica de la
investigación científica —o lógica del conocimiento— es ofrecer un análisis
lógico de tal modo de proceder: esto es, analizar el método de las ciencias
empíricas. Pero, ¿cuáles son estos «métodos de las ciencias empíricas»? Y, ¿a
qué cosa llamamos «ciencia empírica»? (Popper p.27).
El texto seleccionado es de la obra
citada y sienta cátedra en la ciencia del método. Este primer criterio lo lleva a examinar un
problema muy propio de su época, la validez del método inductivo como método
científico de investigación. Este problema no ha sido aun superado
definitivamente y, hoy, para muchos investigadores, es un método más de los que
pueden usarse en la investigación científica. Pasan por alto las discusiones
académicas y las puntualizaciones sobre el método en particular y manejan estos
asuntos como viejas polémicas académicas y no más.
Popper Inicia una revisión de la postura teórica de esos
años en relación al método científico, particularmente este de la inducción,
enfrentando la aseveración de que la lógica de la investigación científica es
idéntica a la lógica inductiva y expresa
que, a una inferencia cuando pasa de enunciados singulares o
particulares a enunciados universales, expresado como hipótesis o teoría, es a
lo que se llama corriente inductiva. Sostiene en ese sentido que: “dista mucho
de ser obvio que estemos justificados al inferir enunciados universales
partiendo de enunciados singulares, por elevado que sea su número; pues
cualquier conclusión que saquemos de este modo corre siempre el riesgo de
resultar un día falsa” (ibíd.).
Plantea que el problema de la inducción
está en cómo establecer la verdad de los enunciados universales basados en la
experiencia. Es decir, como establecer las hipótesis y los sistemas teóricos de
las ciencias empíricas, dado que para su época los inductivistas tenían la
convicción de que la verdad de estos enunciados se sabe por experiencia. Todo
informe de una experiencia, observación o experimento realizado, permanece como
enunciado particular sin alcanzar la categoría de universal, porque la
experiencia puede dar categoría de verdad a un enunciado singular; sin embargo,
la verdad de un enunciado singular no lo eleva a categoría universal, lo cual
según Popper constituye uno de los argumentos del inductivismo:
Si queremos encontrar un modo de justificar las
inferencias inductivas, hemos de intentar, en primer término, establecer un principio de inducción. Semejante
principio sería un enunciado con cuya ayuda pudiéramos presentar dichas inferencias
de una forma lógicamente aceptable. A los ojos de los mantenedores de la lógica
inductiva, la importancia de un principio de inducción para el método
científico es máxima: «...este principio —dice Reichenbach— determina la verdad
de las teorías científicas; eliminarlo de la ciencia significaría nada menos que privar a ésta de
la posibilidad de decidir sobre la verdad o falsedad de sus teorías; es
evidente que sin él la ciencia perdería el derecho de distinguir sus teorías de
las creaciones fantásticas y arbitrarias de la imaginación del poeta» (Popper.
Op. Cit., p. 28).
A este principio se le niega el carácter
tautológico y se le exige un carácter sintético, ausente de negación
contradictoria y lógicamente posible. Se vislumbra en ello el problema de cómo
justificar racionalmente la aceptación de tal principio. El convencimiento de
Popper sobre la ineficacia de la lógica inductiva en la investigación
científica es tan firme, que niega toda posibilidad, aun respaldada por la
totalidad de la ciencia.
Algunas personas que creen en la lógica inductiva se
precipitan a señalar, con Reichenbach, que «la totalidad de la ciencia acepta
sin reservas el principio de inducción, y que nadie puede tampoco dudar de este
principio en la vida corriente»“. No obstante, aun suponiendo que fuese así
—después de todo, «la totalidad de la ciencia » podría estar en un error— yo
seguiría afirmando que es superfluo todo principio de inducción, y que lleva
forzosamente a incoherencias (incompatibilidades) lógicas (ibíd.).
Para Popper, aceptar el principio de
inducción supone la desaparición de incoherencias inevitables, dado que tal
principio tiene que constituir un enunciado universal y si se afirma que se
sabe por experiencia que tal aseveración es verdadera, reaparecerán de nuevo
justamente los mismos problemas que motivaron su intuición. Tal justificación
implicaría la utilización de inferencia inductiva y esto nos llevaría a otro
principio de orden superior, generando una continuidad que identifica como “una
regresión infinita”. Esto lo llevó a considerar que los problemas de la inducción
son insuperables y a negar a la inferencia inductiva, no vio la posibilidad de
que pudiera alcanzarse cierto grado de seguridad o de probabilidad y apoyó su
criterio en la opinión de otro intelectual de la época que, refiriéndose a la
inferencia probable, expresó lo siguiente:
Hemos
descrito —dice Reichenbach— el principio de inducción como el medio por el que
la ciencia decide sobre la verdad. Para ser más exactos, deberíamos decir que
sirve para decidir sobre la probabilidad: pues no le es dado a la ciencia
llegar a la verdad ni a la falsedad..., mas los enunciados científicos pueden
alcanzar únicamente grados continuos de probabilidad, cuyos límites superior e
inferior, inalcanzables, son la verdad y la falsedad (Popper. Op. Cit., p.29).
La
idea de la probabilidad la rechazaba por inoportuna y por entender que con su
uso ni siquiera se rozaban las
dificultades referidas, dado que asignar probabilidad a los enunciados
que se basan en inferencias inductivas, nos retorna a la justificación mediante
la invocación de nuevos principios de inducción con modificaciones
convenientes, el cual también tendrá que ser justificado, generando de este
modo una regresión infinita.
Popper adelanta que pretendía desarrollar
una teoría opuesta, la cual podría describirse como: “la teoría del método
deductivo de contrastar o como la opinión de que una hipótesis sólo puede
contrastarse empíricamente y únicamente después de que ha sido formulada”. Esta
tesis sugiere la necesidad primaria de la Psicología del conocimiento, fundamentada en
hechos empíricos, y la lógica del conocimiento, o estudio de las relaciones
lógicas, para evitar un tratamiento psicológico a un problema epistemológico y
viceversa
1.3.
ELIMINACIÓN DEL PSICOLOGISMO
En este apartado se procura establecer
con claridad su visión en torno a la tarea del científico, en donde precisa que
se circunscribe a proponer teorías y contrastarlas, no entra en el interés del
análisis lógico del conocimiento el cómo se conciben las ideas, actividad
propia de la psicología empírica. El científico se interesa por la
justificación o la validez de una teoría, por ello se formula preguntas del
tipo siguiente:
¿Puede justificarse un enunciado?; en caso afirmativo,
¿de qué modo?; ¿es contrastable?; ¿depende lógicamente de otros enunciados?; ¿o
los contradice quizá? Para que un enunciado pueda ser examinado lógicamente de
esta forma tiene que habérsenos propuesto: antes: alguien debe haberlo
formulado y habérnoslo entregado para su examen lógico (Popper Op. Cit., p.
31).
Desde el principio despeja toda duda
sobre la lógica del conocimiento y establece con claridad meridiana su
concepción de la misma: “consiste pura y exclusivamente en la investigación de
los métodos empleados en las contrastaciones sistémicas a que debe someterse
toda idea nueva antes de que se la pueda sostener seriamente”. Este criterio es
totalmente opuesto a la consideración de los “procesos que tienen lugar durante
el estimulo y formación de inspiraciones”, que pertenecen y son tratado por la
psicología empírica. Al enfrentar esta postura, expresada como “reconstrucción
racional”, toma como ejemplo su misma obra, señalando que:
En la medida en que el científico juzga críticamente,
modifica o desecha su propia inspiración, podemos considerar —si así nos place—
que el análisis metodológico emprendido en esta obra es una especie de
«reconstrucción racional» de los procesos intelectuales correspondientes. Pero
esta reconstrucción no habrá de describir tales procesos según acontecen
realmente: solo puede dar un esqueleto lógico del procedimiento de contrastar.
Y tal vez esto es todo lo que quieren decir los que hablan de una
«reconstrucción racional» de los medios por los que adquirimos conocimientos (ibíd.).
Rechaza de plano que se pueda considerar
un método lógico de tener nuevas ideas o que se pueda reconstruir lógicamente
el proceso implicado. Al mismo tiempo establece que todo proceso creador contiene un elemento
irracional o una intuición creadora, que se apoya como la introyección en
elementos provenientes de fuera.
1.4.
CONTRASTACIÓN DEDUCTIVA DE TEORÍAS
Al dejar sentado sus diferencias con
determinadas consideraciones teóricas, adelanta que el método de contrastar
críticamente las teorías y de escogerlas, teniendo en cuenta los resultados
obtenidos en su contraste, procede del modo que se indica a continuación:
Una
vez presentada a título provisional una nueva idea, aún no justificada en
absoluto – sea una anticipación, una hipótesis, un sistema teórico o lo que se
quiera -, se extraen conclusiones de ella por medio de una deducción lógica:
estas conclusiones se comparan entre sí y con otros enunciados pertinentes, con
objetivo de hallar las relaciones lógicas (tales como equivalencia,
deductibilidad, compatibilidad o incompatibilidad, etc.) que existan entre
ellas (Popper Op. Cit., p. 32).
Entiende evidente cuatro procedimiento de
llevar a cabo la contrastación de una teoría: en primer lugar identifica la
comparación lógica de las conclusiones unas con otras, a esta le sigue el
estudio de la forma lógica de la teoría, cuyo objeto es determinar su carácter;
continua con la comparación con otras teorías, con el propósito de “averiguar
si la teoría examinada constituiría un adelanto científico en caso de que
sobreviviera a las diferentes contrastaciones a que la sometemos” (ibíd.) y,
por último, se realiza la contrastación mediante el uso de la aplicación
empírica de las conclusiones que pueden deducirse de ella. Tomando este último
criterio se procura determinar si tal teoría satisface los requerimientos
práctico o teórico en cuestión. Pero, será necesario hacer uso de enunciados
previamente aceptados los cuales ayudan a deducir de las teorías a contrastar
enunciados particulares, a los cuales llama “predicciones”. Esto se puede
comprobar en el siguiente texto:
Lo que se pretende con el último tipo de contraste
mencionado es descubrir hasta qué punto satisfarán las nuevas consecuencias de
la teoría —sea cual fuere la novedad de sus asertos— a los requerimientos de la
práctica, ya provengan éstos de experimentos puramente científicos o de aplicaciones
tecnológicas prácticas. También en este caso el procedimiento de contrastar
resulta ser deductivo; veámoslo. Con ayuda de otros enunciados anteriormente
aceptados se deducen de la teoría a contrastar ciertos enunciados singulares
—que podremos denominar «predicciones»—; en especial, predicciones que sean
fácilmente contrastables o aplicables. Se eligen entre estos enunciados los que
no sean deductibles de la teoría vigente, y, más en particular, los que se
encuentren en contradicción con ella (ibíd.).
A partir de ahí se toman decisiones con
los enunciados deducidos mediante comparación
con los resultados de la aplicación práctica de experimentos. Se hace
notar que si la conclusiones singulares resultan ser aceptables, o verificada,
la teoría en cuestión “ha pasado con éxito las contrastaciones (por esta vez):
no hemos encontrado razones para desecharla. Pero si la decisión es negativa, o
sea, si las conclusiones han sido falsadas, esta falsación revela que la teoría
de la que se han deducido lógicamente es también falsa” (Popper Op. Cit., P.
33). Deja claro que toda decisión positiva es temporal y que es de esperar que
otras decisiones negativas la derroten en el futuro. Sin embargo, mientras
resistas otras contrastaciones rigurosas y bien llevada, estará demostrando su
fortaleza, lo que llama corroboración por la experiencia.
Niega toda posibilidad de pasar de un
razonamiento de la verdad de enunciados singulares a la verdad de teoría.
Entiende que una conclusión verificada no da lugar a establecer que unas
teorías sean verdaderas o probables.
1.5.
EL PROBLEMA DE LA DEMARCACIÓN
Al
referirse a la demarcación, establece de entrada que su rechazo a la
inducción es porque no proporciona un criterio de demarcación apropiado. Entiende
que se debe “encontrar un criterio que nos permita distinguir entre las
ciencias empíricas, por un lado, y los sistemas metafísicos, por el otro” (Popper
Op. Cit., P.34). Supone que los empiristas positivistas se aferran al método de
la inducción porque creen que este es el único método que puede proporcionarle
un criterio de demarcación apropiado. Al
menos, se establece una notable diferencia entre los antiguos positivistas y
los modernos, ya que los primeros aceptaban únicamente como científicos los
conceptos que derivaban de la experiencia; es decir, “aquellos conceptos que
ellos creían lógicamente reducibles a elementos de la experiencia sensorial,
tales como sensaciones (o datos sensibles), impresiones, percepciones, recuerdos
visuales o auditivos, etc” (ibíd.). En relación a estos últimos, establece lo
siguiente:
Los positivistas modernos son capaces de ver con mayor
claridad que la ciencia no es un sistema de conceptos, sino más bien un sistema
de enunciados. En consecuencia,
están dispuestos a admitir únicamente como científicos o legítimos los
enunciados que son reducibles a enunciados elementales (o «atómicos») de
experiencia —a «juicios de percepción», «proposiciones atómicas», «cláusulas
protocolarias» o como los quieran llamar—. No cabe duda de que el criterio de
demarcación implicado de este modo se identifica con la lógica inductiva que
piden (ibíd.).
Ve la búsqueda de un criterio de
demarcación aceptable como una tarea crucial de toda epistemología que esté en
desacuerdo con la lógica inductiva. No admite que se interprete como un problema natural y mucho
menos que se tenga la creencia de que el problema básico es descubrir
diferencia entre la ciencia empírica por una parte y la metafísica por otra,
más bien entiende que la preocupación legítima es la de proporcionar una
convención apropiada de investigación científica. Por ello, interpreta como una
desviación fundamental la preocupación
de los positivistas de centrar su interés en el desarrollo de proposiciones
reducible a proposiciones elementales, a las cuales caracterizan como
descripciones o imágenes de la realidad, este es un atributo de toda
proposición con sentido.
En su argumentación advierte que los
positivistas en su afán de destruir la metafísica, “aniquilan juntamente con
ella la ciencia natural. Pues tampoco las leyes científicas pueden reducirse
lógicamente a enunciados elementales de experiencia” (Popper Op. Cit., P36). Su
punto de vista lo formula al analizar los criterios de Wittgenstein en los
cuales ve el peligro de que se rechacen leyes naturales que constituyen el
objeto del quehacer científico de muchas disciplinas. Y que nunca se aceptarían
como enunciados auténticos o legítimos por considerarlo “pseudoproblema vació”.
A dicha postura le responde con una cita de Schlick, cuando expresa que: “el
problema de la inducción consiste en preguntar por la justificación lógica de
los enunciados universales acerca de la realidad…Reconocemos, con Hume, que no
existe semejante justificación lógica: no puede haber ninguna, por el simple
hecho de que no son auténticos enunciados” (ibíd.).
Popper ve en el intento una debilidad al
no poder trazar una clara división entre los sistemas científicos y los
metafísicos y un error al asignarles el mismo estatus a ambos sistemas. Es
decir, le dan categoría científica a lo que no la tiene, según su punto de
vista, convirtiendo a ambos en sistemas de “pseudoaserciones sin sentido”.
Antes semejante tratamiento se plante lo siguiente:
Frente
a estas estratagemas antimetafísicas —antimetafísicas en la intención, claro
está— no considero que haya de ocuparme en derribar la metafísica, sino, en vez
de semejante cosa, en formular una caracterización apropiada de la ciencia
empírica, o en definir los conceptos de «ciencia empírica» y de «metafísica» de
tal manera que, ante un sistema dado de enunciados, seamos capaces de decir si
es asunto o no de la ciencia empírica el estudiarlo más de cerca (Popper Op.
Cit., p. 37).
Plantea su criterio de demarcación como
una propuesta para un acuerdo o convención, condicionándola a que sea celebrada
entre las partes que tienen cierta finalidad común a la vista. Entiende que esa
finalidad debe ir “más allá de toda argumentación racional”. Asegura que sus
propuestas serán rechazadas por aquellos que plantean “sistemas de enunciados
absolutamente ciertos, irrevocablemente verdaderos, como finalidad de la ciencia…y
lo mismo harán quienes ven “la esencia de la ciencia…en su dignidad” y en su
“verdad y esencialidad reales” (Popper Op. Cit., P. 37). Entiende el análisis
de las consecuencias lógicas como única vía de argumentación racional en apoyo
de su propuesta.
De manera que ve como primera tarea de la
lógica del conocimiento la propuesta de un “concepto de ciencia empírico con
objeto de llegar a un uso lingüístico –actualmente algo incierto- lo más
definido posible, y a fin de trazar una línea de demarcación clara entre la ciencia
y las ideas metafísicas” (Popper Op. Cit., P. 38).
1.6.
LA EXPERIENCIA COMO
MÉTODO
Dada la posibilidad de que existan o
surjan muchos sistemas teóricos “cuya estructura lógica sea muy parecida a la
del sistema aceptado en un momento determinado como sistema de la ciencia
empírica”, plantea que un sistema teórico empírico tendrá que satisfacer tres
condiciones esenciales:
Ha
de ser sintético, de suerte que pueda representar un mundo no contradictorio,
posible; en segundo lugar, debe satisfacer el criterio de demarcación…, es
decir, no será metafísico, sino representará un mundo de experiencia posible;
en tercer término, es menester que sea un sistema que se distinga –de alguna
manera- de otros sistemas semejantes por ser el que represente nuestro mundo de
experiencia (ibíd.).
Este sistema, que para él representará el
mundo de la experiencia, se distinguirá porque resistirá las contrastaciones y
aplicará el método deductivo que pretende analizar y describir. Queda claro,
según sus palabras, “que la experiencia resulta ser un método distintivo
mediante el cual un sistema teórico puede distinguirse de otros; con lo cual la
ciencia empírica se caracteriza –al parecer- no sólo por su forma lógica, sino
por su método de distinción” (Popper pág.39). Como también esta es la manera en
que los inductivistas justifican su método, deduce que la teoría del
conocimiento, que se ocupa del análisis del método o del proceder de la ciencia
empírica, puede describirse como “una teoría de lo que normalmente se llama
experiencia” (Popper Op. Cit., p. 39).
1.7. LA FALSABILIDAD COMO
CRITERIO DE DEMARCACIÓN
Ve en la lógica inductiva un criterio de
demarcación que exige de todo enunciado de la ciencia empírica o con sentido,
que sea susceptible “de una decisión definitiva con respecto a su verdad y a su
falsedad; podemos decir que tienen que ser (decidibles de modo concluyente)”. (ibíd.)
Esto es, debe ser lógicamente posible su verificación o falsación. Para
ilustrar mejor este criterio, cita a Schlik con la siguiente aseveración: “un
auténtico enunciado tiene que ser susceptible de verificación concluyente; y Waismann escribe, aún con mayor
claridad: «Si no es posible determinar
si un enunciado es verdadero, entonces carece enteramente de
sentido: pues el sentido de un enunciado es el método de su verificación” (Waismann citado por Popper P. 39).
Niega la existencia de la inducción y no
admite la inferencia de teorías a partir de enunciados singulares que estén
“verificados por la experiencia” porque para él, “las teorías no son nunca
verificables empíricamente”. Entiende que si se quiere evitar que el criterio
de demarcación elimine los sistemas teóricos de la ciencia natural, se debe
elegir un criterio que admita en el dominio de la ciencia empírica, enunciados
que no puedan verificarse. En cambio acepta un sistema empírico que sea
susceptible de contrastar la experiencia por falsabilidad de los sistemas. Esto
es, que un sistema científico sea seleccionado en un sentido negativo por medio
de contrastes de pruebas empíricas: “ha de ser posible refutar por la
experiencia un sistema científico empírico”.
Sustenta que su propuesta se basa en una
asimetría entre la verificabilidad y la falsabilidad y que la misma se deriva
de la forma lógica de los enunciados universales, nunca de enunciados
singulares, aunque pueden estar en contradicción con estos últimos. Entiende
que por medio de inferencias deductivas se puede argüir la verdad de enunciados
singulares o la falsedad de enunciados universales. “Una argumentación de esta
índole, que lleva a la falsedad de enunciados universales, es el único tipo de
inferencia estrictamente deductiva que se mueve, como si dijéramos, en
«dirección inductiva»: esto es, de enunciados singulares a universales” (Popper
Op. Cit., p.41).
Admite que podría no falsarse de un modo
concluyente un sistema teórico, si se introduce con este propósito una
hipótesis auxiliar o por cambio con el mismo propósito una definición, se
podría adoptar la posición de negarse a admitir cualquier experiencia falsadora.
Expresa que su propuesta contiene una caracterización del método empírico, que
excluye aquellas vías de eludir la falsación. Sostiene que: “lo que caracteriza
al método empírico es su manera de exponer a falsación el sistema que ha de
contrastarse: justamente de todos los modos imaginables. Su meta no es
salvarles la vida a los sistemas insostenibles, sino, por el contrario, elegir
el que comparativamente sea más apto” (ibíd.).
Confía en que este criterio solucione el
problema de la validez de las leyes naturales, el cual entiende tiene su raíz
en la aparente contradicción existente en la tesis fundamental del empirismo,
en el sentido de que sólo la experiencia puede decidir acerca de la verdad o la
falsedad de los enunciados científicos. Para él, esta contradicción se hace
evidente, si se supone que: “todos los enunciados científicos empíricos han de
ser “decidibles de modo concluyente”, esto es, que, en principio, tanto su
verificación como su falsación han de ser posibles” (ibíd.).
Si renunciamos a esta exigencia y admitimos como
enunciados empíricos también los que sean decidibles en un solo sentido
—decidibles unilateralmente, o, más en particular, falsables— y puedan ser
contrastados mediante ensayos sistemáticos de falsación, desaparece la contradicción:
el método de falsación no presupone la inferencia inductiva, sino únicamente
las transformaciones tautológicas de la lógica deductiva, cuya validez no se
pone en tela de juicio (Popper Op. Cit., p.42).
1.8. EL PROBLEMA DE LA BASE EMPÍRICA
Popper precisa que es necesario hacer uso
de los enunciados singulares para poder aplicar la falsabilidad como criterio
de demarcación, lo que puede entenderse como un desplazamiento “de la cuestión
del carácter empírico de las teorías a la del carácter empírico de los
enunciados singulares”. (ibíd.) Aun visto desde esa perspectiva, entiende que
se ha conseguido algo:
En la práctica de
la investigación científica la demarcación presenta, a veces, una urgencia
inmediata en lo que se refiere a los sistemas teóricos, mientras que rara vez
se suscitan dudas acerca de la condición empírica de los enunciados singulares (ibíd.).
Advierte que se puede cometer errores de
observación que den lugar a la formulación de enunciados singulares falsos, sin
embargo, ve en el científico la capacidad de superar esa dificultad como para
no confundir un enunciado singular empírico con uno metafísico. Puntualiza que:
“los problemas de la base empírica –esto es, los concernientes al carácter
empírico de enunciados singulares y a su contrastación- desempeñan un papel en
la lógica de la ciencia algo diferente del representado por la mayoría de los
demás problemas” (ibíd.). Aclara que los problemas de base empírica pertenecen
casi de pleno, a la teoría del conocimiento y gran parte de los otros problemas
considerados, pertenecen o guardan relación con la práctica de la
investigación.
Los problemas de base empírica, agrega,
dan lugar a puntos obscuros, se generan por “las relaciones entre experiencias
perceptivas y enunciados básicos”. La connotación del enunciado básico o
proposición básica, es la de: “enunciado que puede servir de premisa en una
falsación empírica” (ibíd.). A las experiencias perceptivas se le ha atribuido
la provisión de una justificación a los enunciados básicos, sustentando que los
mismos están basados en dichas experiencias, mediante las cuales “se manifiesta
por inspección la verdad de aquellos o que dicha verdad se hace patente en las
experiencias mencionadas” (ibíd.).
Como puede deducirse de sus reflexiones,
carece de valor científico la forma de validar, apoyado únicamente en la
experiencia perceptual y teniendo como criterio esencial la relación de ciertos
enunciados básicos formulado y la experiencia perceptiva. No solo se pueden considerar
oscuro, como lo expresa, sino también
sumamente débiles. No es razonable plantear la justificación de un
enunciado con otro enunciado, esto parece producir un giro circular que no se
altera ni cambia, lo que no es científico, dado que lo normal es encontrar una
razón que justifica una afirmación a través de la contrastación.
1.9.
OBJETIVIDAD CIENTIFICA Y CONVICCIÓN SUBJETIVA
Aunque está de acuerdo con que el
conocimiento científico es objetivo, en el sentido de que solo es justificable
cuando es producto de la contrastación, y de fácil comprensión para cualquier
persona en plena facultades mentales, mantiene que: “las teorías científicas no
son nunca enteramente justificables o verificables, pero que son, no obstante,
contrastables” (Popper Op. Cit., P.43). Aunque parezca una contradicción,
sostiene que: “la objetividad de los enunciados científicos descansa en el
hecho de que pueden contrastarse intersubjetivamente” (ibíd.). El criterio de
subjetividad está referido a los sentimientos de convicciones, que pueden ser
explicados por la psicología: “pueden surgir, por ejemplo, según leyes de la asociación, también pueden servir
razones objetivas como causas subjetivas del juzgar desde el momento en que
reflexionamos sobre ellas y nos convencemos de su congruencia” (Popper Op.
Cit., P. 44).
Atribuye a Kant el darse cuenta que:
La
objetividad de los enunciados se encuentra en estrecha conexión con la
construcción de teorías —es decir, con el empleo de hipótesis y de enunciados
universales—. Sólo cuando se da la recurrencia de ciertos acontecimientos de
acuerdo con reglas o regularidades —y así sucede con los experimentos repetibles—
pueden ser contrastadas nuestras observaciones por cualquiera (en principio).
Ni siquiera tomamos muy en serio nuestras observaciones, ni las aceptamos como
científicas, hasta que las hemos repetido y contrastado. Sólo merced a tales
repeticiones podemos convencernos de que no nos encontramos con una mera
«coincidencia» aislada, sino con acontecimientos que, debido a su regularidad y
reproducibilidad, son, en principio, contrastables intersubjetivamente (Ibíd.).
Insiste
en que ningún hecho aislado o efecto aparente es tomado como un caso
científico, es una característica notoria la muestra de regularidad y
reproductividad en el objeto de contratación. “En realidad, puede definirse el efecto físico científicamente
significativo como aquél que cualquiera puede reproducir con regularidad sin
más que llevar a cabo el experimento apropiado del modo prescrito” (ibíd.). Aclara
que: “una experiencia subjetiva, o un sentimiento de convicción, nunca pueden
justificar un enunciado científico y de que semejantes experiencias y
convicciones no pueden desempeñar en la ciencia otro papel que el de objeto de
una indagación empírica” (Popper
Op. Cit., p.45).
Por intenso que sea un sentimiento de convicción nunca podrá justificar un
enunciado. Por tanto, puedo estar absolutamente convencido de la verdad de un
enunciado, seguro de la evidencia de mis percepciones, abrumado por la
intensidad de mi experiencia: puede parecerme absurda toda duda. Pero, ¿aporta,
acaso, todo ello la más leve razón a la ciencia para aceptar mis enunciados?
¿Puede justificarse ningún enunciado por el hecho de que K. R. P. esté
absolutamente convencido de su verdad? La única respuesta posible es que no, y
cualquiera otra sería incompatible con la idea de la objetividad científica.
Incluso el hecho —para mí tan firmemente establecido—de que estoy
experimentando un sentimiento de convicción, no puede aparecer en el campo de
la ciencia objetiva más que en forma de hipótesis
psicológica (ibíd.).
Para
Popper es determinante el hecho de que si consideramos los enunciados
científicos objetivos, exijamos a aquellos que pertenecen a la base empírica de
la ciencia que también sean objetivos. O sea, contrastables intersubjetivamente.
Lo que equivale a decir, que: “a partir de los enunciados que se han de someter
a contraste, puedan deducirse otros también contrastables” (ibid.).
Por
tanto, si los enunciados básicos han de ser contrastables intersubjetivamente a
su vez, no puede haber enunciados
últimos en la ciencia: no pueden existir en la ciencia enunciados
últimos que no puedan ser contrastados, y, en consecuencia, ninguno que no
pueda —en principio— ser refutado al falsar algunas de las conclusiones que sea
posible deducir de él (ibíd.).
Estos planteamientos dan paso a la
aseveración de que los sistemas teóricos se contrastan deduciendo de ellos
enunciados de un nivel de universalidad más bajo, dado que han de ser
contrastados intersubjetivamente. Pero, “el método deductivo de contrastar no
puede estatuir ni justificar los enunciados que se contrastan, ni se pretende
que lo haga; de modo que no hay peligro de una regresión infinita”. Aunque
reconoce la necesidad de que todo enunciado científico sea contrastable, no
exige que todos sean contrastado para aceptarlo, pero sí que sea susceptible de
contratación, dado que cree que existen enunciados cuya verdad haya que aceptar
con resignación porque no parezca posible someterlo a contaste.
1.10.
SOBRE EL PROBLEMA DE UNA TEORÍA DEL METODO CIENTÍFICO
Es importante la relación que establece
entre la epistemología o la lógica de la investigación científica y la teoría
del método, en la que reconoce una identificación en la elección del método o métodos y los enunciados científicos. Todo va
a depender de la meta que se elija. En su caso, deja claro que las reglas
propuestas son adecuadas a lo que se llama el método empírico y están unidas
estrechamente al criterio sostenido de demarcación. Tales reglas deben darnos
la seguridad de que los enunciados científicos serán contrastables y falsables.
1.1.1. POR QUÉ SON INDISPENSABLES LAS DECISIONES METODOLÓGICAS
Al partir de la pregunta básica de “¿Qué
son las reglas del método científico, y por qué las necesitamos?” se hace
evidente las dos concepciones en discusión, la que entiende representan los
positivistas y la que él representa, que explica en los siguientes términos:
Muy distinta será la que presenten los que tienden a
pensar (como yo hago) que la característica distintiva de los enunciados
científicos reside en que son susceptibles de revisión (es decir, en el hecho
de que pueden ser sometidos a critica y remplazados por otros mejores): los que
consideran que su tarea consiste en analizar la peculiar capacidad del progreso
de la ciencia, y el modo característico en que –en las situaciones cruciales-
se lleva a cabo una elección entre sistema teóricos contrapuestos (Popper Op.
Cit., p.48).
En su comprensión sobre la postura de los
positivistas y quienes le siguen, ve la necesidad de que tal pregunta se
responda con enunciados que satisfagan determinados criterios lógicos o puedan
verificarse. Se declara dispuesto a aceptar un análisis lógico de las teorías,
sin tomar en cuenta el modo como cambian o se desarrollan, con la salvedad de
que el mismo “no arroja luz sobre aquellos aspectos de las ciencia empírica que
yo, al menos, tanto estimo”. El problema radica en que un hecho científico
puede ser defendido de forma dogmática, con todo lo que ello conlleva, entre
otras, minimización de los resultados de las investigaciones, poco confiables,
llevar las discrepancias al hecho formal o de apariencia, etc. Pueda que no se
acepte nunca prueba alguna, porque nunca nos satisfacen, aunque se desgaste el
número de seguidores con el tiempo. Ninguna demostración alcanzará convertirse
en una demostración estricta
Si caracterizamos la ciencia empírica únicamente por la
estructura lógica o formal de sus enunciados, no seremos capaces de excluir de
su ámbito aquella forma tan difundida de metafísica que consiste en elevar una
teoría científica anticuada al rango de verdad incontrovertible (ibíd.).
1.1.2.
PLANTEAMIENTO NATURALISTA DE LA
TEORÍA DEL MÉTODO
Popper hace varias observaciones en la
postura de los positivistas respecto al método, con las cuales procura poner en
evidencia el desprecio y la poca valoración que hacen del mismo como forma de
justificar y afianzar sus firmes convicciones empiristas:
“Niegan
toda posibilidad de que existan problemas con sentido fuera de la ciencia
empírica”; “le complace pensar que debería existir una verdadera teoría de del
conocimiento, una epistemología o metodología”; “no quiere ver en los problemas
filosóficos planteados más que “pseudoproblemas” o “rompecabezas”. Ahora bien,
este deseo suyo…no lo expresa como un deseo o como una propuesta, sino como el
enunciado de un hecho que puede satisfacer siempre; pues no hay nada más fácil
que “desenmascarar” un problema tratándole de
“carente de sentido” o de “pseudoproblema” ( Popper Op. Cit., P. 49).
Apunta que al atribuirle sentido
únicamente a lo natural, toda discusión de otra naturaleza se convierte en algo
sin sentido. Expresa que: “una vez que ha subido al trono el dogma del sentido
queda elevado para siempre por encima de los combates; ya no es posible
atacarlo”. Ve una actitud de indiferencia antes las discusiones filosóficas y
sólo les interesan las ciencias empíricas, en las cuales la experiencia se
constituye en un programa, no un problema. Visto así, la experiencia entonces,
es el método legítimo de las ciencias empíricas. Lo que da razón al entendido
de que solo “existen dos clases de enunciados: las tautologías lógicas y los
enunciados empíricos”. Vista desde esta perspectiva la concepción del método
reduce a la ciencia empírica o naturalista, lo que explica del siguiente modo:
La metodología naturalista (llamada en ocasiones «teoría
inductiva de la ciencia») tiene su valor, sin duda: una persona que estudie la
lógica de la ciencia puede muy bien interesarse por ella y sacar grandes
enseñanzas. Pero lo que yo llamo metodología no debe tomarse por una ciencia
empírica. No creo que sea posible decidir, empleando los métodos de una ciencia
empírica, cuestiones tan disputadas como la de si la ciencia emplea realmente o
no un principio de inducción. Y mis dudas crecen cuando recuerdo que siempre
será un asunto a resolver por una convención o una decisión el de a qué cosa
hemos de llamar una «ciencia» o el de a quién hemos de calificar de
«científico» (Popper Op. Cit., P.51).
Al considerar el uso de dos sistemas
distintos de reglas metodológicas, en los que uno de ellos está dotado de un
principio de inducción y otro no, plante que se puede examinar el principio una
vez introducido y ver si da lugar a incoherencias o incompatibilidades y si
resulta útil o realmente se necesita. Su conclusión fue que no le resultaba
útil y prefería prescindir del mismo. No rechaza su empleo en la ciencia, pero
lo consideraba innecesario por entender que no servía de nada y generaba
incoherencias. Atribuía una falta de visión crítica a los naturalistas al
proponer lo que consideraba una convención que fácilmente terminaba en un
dogma.
1.1.3. ALGUNAS OBJECIONES
CONVENCIONALISTAS
Popper advierte sobre las objeciones que
se harán contra su propuesta de adoptar la falsabilidad como criterio para
decidir si un sistema teórico pertenece o no a la ciencia empírica y cree que
tales objeciones serían formuladas por los denominados convencionalistas.
Entiende que para estos, la naturaleza se nos muestras con una “íntima
sencillez estructural de nuestro mundo bajo su apariencia de una desbordante
variedad” (Popper Op. Cit., P76). Esa sencillez llevó a Kant y a sus seguidores a plantear que: “quien
impone sus leyes a la
Naturaleza es nuestro propio intelecto” y, precisa, que: “el
convencionalista califica a aquella de creación nuestra: para él, sin embargo,
no es un efecto de las leyes de nuestros propio intelecto en su auto-imposición
sobre la Naturaleza ,
con lo que esta se convertirá en algo muy sencillo” (ibíd.). De sus reflexiones
se deduce que percibe en los convencionalistas la noción de complejidad en la
naturaleza y de sencillez en sus leyes porque estos últimos sostienen que las leyes
son libres creaciones nuestras. Al decir de Popper, ellos entienden las leyes
de la naturaleza del siguiente modo:
Invenciones,
decisiones arbitrarias y convenciones nuestras…la ciencia natural teórica no es
una imagen de la Naturaleza ,
sino una mera construcción lógica; y no son las propiedades del mundo las que
determinarían esta construcción, sino que —por el contrario— precisamente es
ésta la que determina las propiedades de un mundo artificial, un mundo de
conceptos definidos implícitamente por las leyes naturales que hemos elegido.
Sólo de semejante mundo
es del que habla la ciencia (ibíd.).
En su análisis de la postura
convencionalista, Popper resalta que las leyes de la naturaleza establecida por
los primeros, no son falsables por la observación, dado que estas son
necesarias para la determinación de la
observación y las mediciones científicas. Esas leyes son el patrón de medidas y
son las que determinan lo que es científico o no; de modo que, todo conducirá a
otorgar valorar científico a los hechos o fenómenos que se identifique o se
aproximen a las leyes naturales establecidas por el hombre. Si es así, estamos
entrampados en nuestros propios puntos de vista y no podremos conocer las
verdaderas leyes que posee la naturaleza y la que la ciencia está llamada a
descubrir.
El ejercicio de creación de ciertas
convenciones que delimiten lo puramente teórico y la experiencia ha sido de
gran ayuda, los esquemas teóricos y el razonamiento deductivo han permitidos
planear bajo su óptica las diferentes acciones y operaciones registradas en el
quehacer científico. Popper ve en el convencionalismo “un sistema completo y
defendible, y no es fácil que tengan éxito los intentos de descubrir en él
incoherencias”. Sin embargo, a pesar de todo ello, lo encuentra “totalmente
inaceptable; subyace a él una teoría de la ciencia, de su finalidad y sus propósitos,
radicalmente distinta de la mía”. Las razones que distancian a Popper de los
convencionalistas, radica en que él no persigue en la formulación de su
propuesta alcanzar un conocimiento cierto y definitivo: “mientras que yo no
pido a la ciencia ninguna certidumbre definitiva (y, en consecuencia, no la encuentro), el
convencionalista busca en ella «un sistema de conocimientos apoyado en razones
últimas”.
Tal y como lo ve, ambas visiones teóricas
y metodológicos, pueden compartir criterios para alcanzar la meta sin grandes
conflictos en los periodos normales; más que en el plano académico. Esto será
diferente en los períodos de crisis, porque el sistema tenderá a resguardarse
mediante el apego a su misma naturaleza concepcional. Esto lo expresa del
siguiente modo:
Siempre que el sistema «clásico» del momento se vea
amenazado por los resultados de nuevos experimentos que podrían interpretarse
como falsaciones desde mi punto de vista, el mismo sistema presentará un
aspecto impasible para el convencionalista: dará una explicación que eliminará
las incompatibilidades que puedan haber surgido, tal vez inculpando a nuestro
imperfecto dominio del sistema; o acabará con ellas sugiriendo la adopción ad hoc de ciertas hipótesis
auxiliares, o quizá la ejecución de ciertas correcciones en nuestros aparatos
de medida ( Popper Op. Cit., P.77).
Esta concepción fasacionista permite a su
autor saludar las épocas de crisis, porque da la oportunidad de esclarecer la
finalidad de la ciencia y, sobre todo, porque ve en ello la oportunidad del
surgimiento de nuevos sistemas científicos que ayudarán a lograr nuevos
descubrimiento. “un experimento falsador despertará nuestro máximo interés, lo
acogeremos como un éxito, por habernos abierto nuevas perspectivas sobre un
mundo de nuevas experiencias” (ibíd.). Con una visión tan optimista, es lógico
que se tenga la convicción de que quien se apega a un sistema de convenciones
como la descrita, perciba la caída de ese mundo conceptual de la ciencia y se
aferre a un sistema más sencillo o como él le llama al sistema clásico.
1.1.4. REGLAS METODOLÓGICAS
Llama poderosamente la atención, que una
figura intelectual de la estatura de Karl Popper, reconozca que existe la
posibilidad de que su teoría esté afectada por la ambigüedad, y que admita que
es difícil determinar a través del análisis
de su forma lógica, si un sistema de enunciados es convencional de definiciones implícitas irrefutables o si
es un sistema empírico. El esclarecimiento e identificación de los mismos está
asociado al uso de método, al cual se hará referencia más adelante. Antes, conviene
citar debidamente el texto en cuestión, como forma de mostrar como aborda lo
que podría considerarse una debilidad o una muestra de humildad intelectual:
Admito que mi
criterio de falsabilidad no nos conduce a una clasificación desprovista de ambigüedades;
en realidad, mediante el análisis de su forma lógica es imposible decidir si un
sistema de enunciados es un sistema convencional de definiciones implícitas
irrefutables o si es un sistema empírico (en el sentido que yo doy a esta
palabra: es decir, si es refutable). Sin embargo, esto equivale a indicar que
mi criterio de demarcación no puede ser aplicado inmediatamente a un sistema de enunciados (Popper Op.
Cit., P.78).
La
determinación de si es convencional o empírico viene dado por el método
aplicado al sistema teórico. “El único modo de eludir el convencionalismo es
tomar una decisión: la de no aplicar sus métodos. Decidimos que, en el caso de
que se presente una amenaza para nuestra teoría, no la salvaremos por ningún
género de estratagema convencionalista”. (ibíd.) No salvarla significa evitar
justificaciones, actualizaciones que garanticen su supervivencia o procurar
“correspondencia con la realidad”. Al plantear una hipótesis determinada no es
difícil salvarla con un pequeño giro suave que haga posible su vigencia, esto
es posible aunque no ayude significativamente ni al investigador ni a la
ciencia. Las preguntas interesantes demandan respuestas interesantes y estas se
logran usando métodos interesantes o novedosos. No se trata de satisfacer
caprichos mentales, de evitar sentirse derrotados teóricamente o de crear
teorías infalibles, la ciencia avanza superando los escollos y creando
soluciones factibles para cada ocasión.
Con objeto de formular reglas metodológicas que eviten la
adopción de estratagemas convencionalistas sería conveniente familiarizarnos
con las diversas formas que pueden adoptar tales estratagemas, de modo que
podamos salir al paso de cada una de ellas moviendo nuestras piezas del modo
anticonvencionalista apropiado. Además, deberíamos decidir que siempre que
encontremos un sistema que se ha rescatado gracias a una estratagema
convencionalista, lo someteremos de nuevo a contraste —y lo rechazaremos si las
circunstancias lo exigen (Popper Op. Cit., P.79).
Si algo tiene especial significación en su
propuesta es que se cuidad de no hacer uso de ninguna fórmula que tienda a dar
indicio de salvación o resguardo de su teoría. Por ello procura establecer
reglas para el uso de las hipótesis auxiliares, en la que se contempla la
eliminación de aquellas hipótesis que disminuyen el grado de falsabilidad o
contrastabilidad del sistema. Su introducción implicaría su reforzamiento. La
introducción de una nueva hipótesis debe ir encaminada a la
creación de un nuevo sistema.
Siempre que se introduzca una nueva
hipótesis ha de considerarse que se ha hecho un intento de construir un nuevo
sistema, que debería ser juzgado siempre sobre la base de si su adopción
significaría un nuevo progreso en nuestro conocimiento del mundo (Popper Op.
Cit., P. 79).
Sin embargo, se debe tener cuidado de no
asumir que toda hipótesis auxiliar cumple una función justificadora o de
iniciadora de nuevos paradigma teórico, él mismo se ocupa de señalarlo con las
siguientes observaciones:
Podemos
matizar nuestra regla metodológica haciendo la advertencia de que no es preciso
rechazar como convencionalista toda hipótesis auxiliar que no llegue a
satisfacer nuestra norma; en particular, existen enunciados singulares, que propiamente no
pertenecen en absoluto a la teoría: a veces se los denomina (hipótesis
auxiliares», y aunque se introducen en beneficio de la teoría son enteramente
inofensivos. (Como ejemplo cabe citar la asunción de que una observación o
medición determinada que no es posible repetir pueda deberse a un error (Popper
Op. Cit., P.80).
En esta dirección también maneja las definiciones “explicitas,
mediante las cuales se da sentido a los conceptos de un sistema de axiomas a
base de otro sistema de menor universalidad”. Entiende que “pueden permitirse
cambios en tales definiciones, si es que resultan útiles; pero deben
considerarse como modificaciones del sistema, que ha de ser examinado a
continuación de nuevo, como si fuese otro”. Relacionado con esta parte, se
encuentran lo que denomina nombres universales sin definir, que lo asocia a los
conceptos temporales.
Conceptos no definitivos que aparezcan únicamente en
enunciado de máximo nivel de universalidad, y cuyo empleo esté fijado por el
hecho de que sepamos la relación lógica en que se encuentran con otros
conceptos, con los cuales podían eliminarse en el curso de la deducción (ibíd.).
Otro
aspecto a considerar sería: “que hayan otros conceptos sin definir que
aparezcan también en enunciados de un nivel de universalidad más bajo, y cuyo sentido
esté fijado por el uso” (ibíd.).
1.1.5.
INVESTIGACIÓN LÓGICA DE LA
FALSABILIDAD
Según su criterio, se puede caracterizar
“la falsabilidad de una teoría por las relaciones lógicas que existan entre
ella y la clase de los enunciados básicos”. Cuando hace referencia al sistema
de enunciados básicos, se refiere a aquel que contiene todos los enunciados
singulares coherentes dotados de cierta forma lógica, no necesariamente al
sistema de enunciados que goza de aceptación general. Esta condición hace posible que en tal sistema se reúnan
muchos enunciados no compatibles entre sí.
Sin embargo, no todos servirán para el propósito perseguido ni serán
utilizados, “esto quiere decir que hemos de apoyar nuestra definición en una
clase particular de enunciados singulares: y este es, justamente, el propósito
para el que necesitamos los enunciados básicos” Popper Op. Cit., PP. 81y82).
Al
reconocer lo difícil que se hace indicar en forma detallada la manera
como se puede utilizar un sistema teórico complejo para deducir enunciados
singulares o básicos, propone una definición y es la siguiente:
Se
llama empírica o falsable a una teoría cuando divide de modo inequívoco la
clase de todos los posibles enunciados básicos con los que es incompatible (o,
a los que excluye o prohíbe), que llamamos la clase de los posibles falsadores
de la teoría: y, en segundo lugar, la clase de los enunciados básicos con los
que no está en contradicción (o que permite) (Popper Op. Cit., P. 82).
Apunta que la condición para que una teoría
sea falsable es que “su posibles falsadores no sea una clase vacía”. Así mismo,
plantea que una teoría hace afirmaciones únicamente acerca de sus posibles
falsadores.
1.1.6.
FALSABILIDAD Y FALSACIÓN
En esta parte, importa mucho la
conceptualización de ciertos términos, no solo porque es de rigor científico,
sino por su contenido esencial. En el caso de la falsabilidad, la emplea para
hacer referencia a criterio de carácter empírico de un sistema de enunciados;
en tanto que la falsación, su uso lleva adicionado “reglas especiales que
determinen en qué condiciones debemos considerar falso un sistema”. Enfatiza en
que una teoría solo será falsada si se acepta enunciados básicos que la
contradigan y agrega al respecto que:
Esta
condición es necesaria, pero no suficiente, pues hemos visto que los
acontecimientos aislados no reproducibles carecen de significación para la
ciencia: así, difícilmente nos inducirán a desechar una teoría —por falsada—,
unos pocos enunciados básicos esporádicos; pero la daremos por tal si
descubrimos un efecto reproducible que
la refute; dicho de otro modo: aceptamos la falsación solamente si se propone y
corrobora una hipótesis empírica de bajo nivel que describa semejante efecto, y
podemos denominar a este tipo de hipótesis una hipótesis falsadora (Popper Op. Cit., P.83).
La exigencia de que la hipótesis falsadora
sea empírica es una condición particular, que hace posible la relación lógica
con respecto a los posibles enunciados básicos. Esto se puede considerar como
la forma lógica de la hipótesis. En relación a la corroboración de la teoría,
tiene que ver con el nivel de contrastaciones a que se halla sometido
confrontado los enunciados básicos aceptados. En relación a estos últimos, nos
dice que desempeñan dos papeles y son los siguientes:
Por
una parte, hemos empleado el sistema de todos los enunciados básicos lógicamente posibles con objeto de
obtener, gracias a ellos, la caracterización lógica que íbamos buscando —la de
la forma de los enunciados empíricos—. Por otra, los enunciados básicos aceptados constituyen la base para la
corroboración de las hipótesis; si contradicen a la teoría, admitimos que nos
proporcionan motivo suficiente para la falsación de ésta únicamente en el caso
de que corroboren a la vez una hipótesis falsadora (Popper Op. Cit., P.84).
1.1.7. FALSABILIDAD Y COHERENCIA
La
falsabilidad al igual que cualquier sistema teórico exige coherencia interna
para ser falsable, dado que, como él mismo expresa: “el requisito de la
compatibilidad o coherencia desempeña un papel esencial entre todos los que han
de satisfacer los sistemas teóricos, o los sistemas axiomáticos. Puede
considerársele la primera condición que ha de cumplir todo sistema teórico, ya
sea empírico o no” (Popper Op. Cit., P.88). Señala que, aunque con cierta
frecuencia utilizamos enunciados que son falsos y los empleamos para lograr
ciertos propósitos, se debe rechazar cualquier sistema que sea contradictorio
porque será falso.
Apunta que: “caeremos en la cuenta de la
importancia que tiene el requisito de coherencia si nos percatamos de que los
sistemas contradictorios no nos proporcionan ninguna información, pues podemos
deducir de ellos la conclusión que nos plazca” (ibíd.). Como bien claro lo
establece, no son los criterios
compatible o deductibles los que posibilitan la discriminación de los
enunciados, dado que todos son deductibles. Los que sí que permite un sistema coherente es su
división en dos:
Los
que le contradicen y los que son compatibles con él (entre estos últimos se
encuentran las conclusiones que se pueden deducir del sistema). Es ésta la
razón por la que la coherencia constituye el requisito más general que han de
cumplir los sistemas, ya sean empíricos o no lo sean, para que puedan tener
alguna utilidad (ibíd.).
A los sistemas empírico le exige dos
condiciones: deben ser compatible y falsable. De ellas se espera efectos
análogos. Entiende que los enunciados contradictorios carecen de la capacidad
de discriminación “entre dos enunciados cualesquiera (de la totalidad de todos
los enunciados posibles)”. Y por otro lado, “los que no satisfacen la condición
de falsabilidad no son capaces de efectuar discriminación entre dos enunciados
cualesquiera que pertenezcan a la totalidad de todos los enunciados empíricos
básicos posibles”.
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